Dos fragmentos de los diarios de Jonas Mekas

Julio de 1946, campo de desplazados de Wiesbaden

Escucho esta palabra todos los días, a toda hora.

La palabra es TRABAJO.

Y veo un robot.

Un robot de acero en movimiento.

Ah, el tempo es dinero!

¿Cuánto cuesta tu corazón? Lo compro

TRABAJO!

Veo a millones de esclavos cavando canales, construyendo embalses, instalando túneles, construyendo caminos, sudando en las fábricas, y todo el globo comienza a agitarse y a moverse como una enorme perforadora de petróleo.

Ahí construyen los torpedos, los tanques, las bombas atómicas, las agujas para clavar debajo de las uñas, los escalpelos para arrancar las uñas, todo lo que se necesite

TRABAJO, TRABAJO, TRABAJO!

Los corazones no tiemblan tampoco las manos.

Me enfrío y busco un corazón tibio, ojos…

Pero las máquinas combinaron todos los ojos y los corazones y las manos en una única gran masa fundida.

LAS MASAS.

 

¡Dejen de trabajar! ¡Paren!

¡Ay los ríos secos, los campos pelados, las aguas envenenadas!

Polvo de hierro, caen bombas sobre una ciudad que grita de terror.

Dejen los martillos, las tuberías de gas, la dinamita

cierren todas las fábricas del horror,

salgan a caminar por los campos.

Dejen que todo se detenga.

Deixen que o pasto o cubra todo.

Dejen que lleguen las serpientes y los tigres, y que se multipliquen.

Estamos celebrando la muerte del robot.

 

Sin fecha, 1947, Kassel

Quieren que sea máis racional. Lo más racional es la máquina. Vayan a las máquinas. Todas sus partes separadas funcionan juntas. Pero yo vivo sin propósito, irracionalmente.

Construyamos nuestras casas con nuestras manos. Y cultivemos el trigo, y hagamos el pan.

Entonces sabremos qué es la tierra.

Ahora abrimos el grifo y sale agua. No tengo idea de donde viene o cómo.

Electricidad…

Compramos el pan: no sabemos quien lo hace, cómo, dónde.

Lo mismo pasa con nuestras vidas.

Vivimos pero no sabemos cómo, dónde, por qué.

y no tiene sabor.