LUME | teaser

2019 / 11:11 / Mobil Full HD

En octubre de 2017 ardió gran parte del territorio del sur de la provincia de Pontevedra. Una gran conmoción social articulada a través de la exaltación sentimental propia de las redes sociales colocó el problema de los incendios en primer lugar de las preocupaciones ciudadanas durante varias semanas. Sin embargo, pasado un tiempo no muy largo, y ante la ausencia de nuevos incidentes similares, la preocupación se extinguió silenciosamente.

LUME es nuestra pregunta sobre este fenómeno. Los fuegos, por lo menos en Galicia, son el síntoma de un proceso más profundo, relacionado con la desaparición del rural y con la fractura en el modelo económico-social que articuló este país durante varios siglos. Dado su gran impacto emocional y dada la tendencia de los medios de comunicación a tratar las informaciones sobre los incendios desde las coordenadas del espectáculo, nuestro esfuerzo principal estuvo orientado a buscar una distancia reflexiva que nos permitiera hacernos las preguntas necesarias a salvo de los resortes emocionales y sentimentales típicos en el tratamiento de este fenómeno.

El resultado de esta búsqueda de distancia fue una cierta mirada contemplativa. Una mirada dirigida no al hechizo de las llamas y de la ceniza y del humo ni al estado de excepción que va asociado (helicópteros, hidroaviones, motobombas, brigadas de bomberos, militares y voluntarios, gente huyendo de sus casas) sino a lo rutinario, a los procesos que transcurren bajo el sello de la normalidad. La vida cotidiana que parece no tener nada que ver con todo ésto, como si viviésemos en dimensiones paralelas que se conectaran de pronto algunas veces al año, trasvasando riadas de fuego de una a la otra.

Junto a esto tratamos de canalizar dos preocupaciones: ¿qué sucede con los restos de todos esos árboles quemados, cuál es el destino de la madera? Y también, ¿qué va pasando en nuestra sociedad a medida que el tiempo hace que en nos alejemos del fenómeno? Pensamos que hay un trabajo de olvido que no es baladí. Hay una intensidad singular en el esfuerzo de olvidarnos de los sucesos colectivos traumáticos bajo esa demanda de “volver a la normalidad”. Es extraño, porque nuestra sensación es la de volver a la anormalidad. Esa misma en la que estamos instalados a diario.